UNA ENSEÑANZA DE VIDA
Por Andrea Linares
Afiiada Maryknoll, Guatemala
Un día estábamos
haciendo deberes con mi hija Paula María de 9 años y me preguntó: - Mami, de
qué color es la piel de Dios. Yo
sorprendida por la pregunta empecé a pensar qué le respondía y se me vino a la
mente la letra de la canción que dice:
De qué color es la
piel de Dios. (2)
Dije negra, amarilla, roja y blanca es
todos son iguales a los ojos de Dios.
Dios nos ha dado la oportunidad
de crear un mundo de fraternidad
las diferentes etnias hay que trabajar unidos
siempre de mar a mar.
Dije negra, amarilla, roja y blanca es
todos son iguales a los ojos de Dios.
Dios nos ha dado la oportunidad
de crear un mundo de fraternidad
las diferentes etnias hay que trabajar unidos
siempre de mar a mar.
Empecé a tratar de resolver esa
pregunta poderosa y le explicaba a Paula María que Dios no tiene un solo color
de piel porque Él tiene todas las tonalidades a la vez, que Él era tan grande
que la piel era multicolor. Además cada
persona lo podía ver del color que más le gustara, y me preguntó: - ¿Lo
puedo hacer rosa? Y yo le dije: ¡Sí, del color que tú quieras verlo!

Todos ellos
comparten un pasado colonial, políticas de asimilación y de integración,
enraizados en las estructuras de la sociedad que les generan exclusión, despojo
de sus tierras y territorios, pobreza, explotación laboral, debilitamiento de
sus idiomas, falta de acceso a los recursos y servicios básicos y la
discriminación.

Todas y todos somos
diferentes, pero nadie debe tener un concepto más alto de él, sino que debe
reflexionar en lo que Dios le regaló porque así como nosotros, siendo de
diferente género, grupo étnico, cultural y lingüístico al reconocer nuestra
diversidad podemos fortalecer la unidad.
Cómo explicarle a Paula María esta situación
tan compleja… solo pude terminar de expresarle que Dios no hace distinción en
los colores de piel, que a Él no le importa la etnia o grupo humano al que
pertenezcamos sino cómo nos relacionamos los unos con los otros, en cómo
dialogamos y respetamos al otro, a la otra.
Y ella me respondió: A Dios le importa que todos y todas nos amemos
como hermanos y hermanas. Y solo
asentí, con el nudo en la garganta de lo que pudo ser una enseñanza de vida.
Paula
Pérez y Andrea Linares
en el Lago de Atitlán, Sololá, Guatemala
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