domingo, 1 de diciembre de 2013

¿Qué pasa en Latinoamérica?

QUIEN NO ESTÁ CONMIGO, ESTÁ CONTRA MÍ…
¡Y ES UN CRIMINAL!

Por Ana Lucía Ramazzini
 Afiliada Maryknoll, Capítulo Guatemala

 
La criminalización de la protesta, la manifestación y el activismo social es una estrategia de los gobiernos o las fuerzas públicas que se ha utilizado para debilitarla, desorganizarla, paralizarla y prohibirla. 
Cualquier brote de desacuerdo tiene la reacción inmediata de ser señalado de ilegal.  Las personas que luchan por ciertas causas -que no van en la línea de los intereses dominantes- son acusadas de delincuentes y/o terroristas, justificando el hecho de perseguirlas, acosarlas, encarcelarlas y hasta asesinarlas.
A lo largo de nuestro continente:

Se criminalizan las marchas campesinas:

“¡Son invasores de tierras!” “¡Están violando el derecho a la libre locomoción!”

Se criminalizan las huelgas magisteriales:

“¡Son unos haraganes!” “¡Están violando el derecho de la niñez a la educación!”

Se criminalizan las manifestaciones a favor de los derechos humanos:

“¡Protegen delincuentes!” “¡Están violando el derecho a la seguridad!”

Se criminalizan las protestas contra las mineras y otros megaproyectos:

“¡Son terroristas! ¡Desestabilizadores!” “¡Están violando el derecho al trabajo e inversión y atentan contra el Estado de Derecho!”

Se criminalizan las acciones de resistencia de los pueblos indígenas:

“¡Son manipulados por entidades extranjeras! ¡Son agitadores de la democracia!”

“¡Están violando el derecho al desarrollo de nuestro país!”

Se criminalizan las exigencias de las organizaciones de mujeres y feministas:

“¡Provocadoras! ¡Ellas mismas son las culpables de la violencia en su contra!” “¡Están violando el derecho a la familia y atentando contra la buenas costumbres!”


Se criminalizan los movimientos estudiantiles y su defensa al derecho a la educación:

“¡Se oponen al cambio!” “¡Están violando el derecho a la profesionalización docente!”

Ejemplos de criminalización en Guatemala hay muchos. Es una estrategia que está aplicando cada vez más fuerte e intencionadamente a quienes protestan contra la extracción minera, la instalación de hidroeléctricas o defienden sus territorios.  También a las y los estudiantes que a través de un reglamento de disciplina se busca prohibir su derecho a la manifestación.

En esta articulación de fuerzas, los medios de comunicación tradicionales juegan un papel clave porque favorecen la reproducción de un discurso en donde cualquier acción de protesta es difundida como disidencia y considerada ilegal. La criminalización es la forma en que se refuncionaliza en la actualidad la frase: ”Quien no está conmigo está contra mi”- ¡y además es un delincuente/terrorista por posicionarse así!

De esta manera, combatir la pobreza, exigir mejores condiciones de salud, educación y la satisfacción digna de las necesidades básicas, defender los derechos humanos, reivindicar el respeto y cuidado responsable de la naturaleza, unir la justicia ecológica y la justicia social, es criminalizado.

Como plantea el editorial de esta edición de NTLH: En medio de un sistema que prioriza lo individual y la riqueza, el reto está en asumir la responsabilidad colectiva, interdependiente y compasiva por todo lo que vive y existe. Esto no es fácil –ni históricamente lo ha sido.  El mismo Jesús sufrió persecución y fue acusado de desestabilizador el imperio romano.  Vivió en carne propia la criminalización.


Estamos viviendo días retadores a lo largo de nuestra América. La esperanza depositada en los pilares de las y los afiliados es grande. Y seguirá demandando la articulación del trabajo en unidad, reflexión constante, oración y acciones concretas desde cada uno de los Capítulos a nivel latinoamericano.

 


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