lunes, 24 de noviembre de 2014

Edición Extraordinaria - noviembre 2014


EDICIÓN EXTRAORDINARIA


Foto: www.serapaz.org.mx/proceso/ayotzinapa/noticias/
 
PLUMA INVITADA PARA
CLARIFICAR LA COYUNTURA
 
Lo que pasa a estudiantes mexicanos nos pasa todos, porque somos hermanos y hermanas, porque en el resto de América Latina pasa la cotidianidad de forma similar. La reacción de las familias mexicanas de Ayotzinapa nos obliga a ver lo que hemos querido negar, nos obliga a reaccionar y solidarizarnos, nos obliga a ser y hacer acción global en comunidad, trascender la oración silenciosa a la acción inspirada y orientada hacia el amor al prójimo.
 
Con este propósito presentamos esta edición extraordinaria con el aporte de Leslie Lemus Barahona, politóloga guatemalteca. Nuestra pluma invitada analiza el contexto en el que se produce la desaparición de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, explica sus implicaciones e insta a la acción. Esperamos que éste sea un aporte a la conciencia global y la acción comunitaria. 
 
Staff No Tan Lejos del Horizonte (NTLH)

 
AYOTZINAPA,
LA CONDENSACIÓN DE UN PROCESO

Por Leslie Lemus
Politóloga/ Integrante de EducaGuatemala
México D.F., 16 de noviembre de 2014

 
El día 27 de septiembre de 2014 México despertó con una trágica noticia. El día 26, después de realizar una manifestación y protesta pública, un grupo de 43 estudiantes de la escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos –conocida como la Escuela Normal de Ayotzinapa- había sido detenido por la policía municipal de Iguala (Estado de Guerrero, México) en medio de una persecución en la que además murieron 6 personas -3 transeúntes y 3 estudiantes del mismo grupo, uno de ellos incluso fue torturado vivo y su cuerpo descuartizado-. Para ese momento se denunciaba su desaparición.
 
Lo que ha seguido después de este hecho es largo de narrar pero refleja la situación de los conflictos y disputas en las que se debate el presente y el futuro de la sociedad mexicana, que a su vez se asemeja en mucho a lo que está ocurriendo en otras sociedades de América Latina. A partir de este planteamiento propongo una reflexión en tres dimensiones.
 
La primera dimensión está relacionada con el sistema educativo. En este sentido es importante situar lo que representan las normales rurales en México y en particular la de Ayotzinapa. Éste tipo de escuelas fueron fundadas en la década de los cuarenta, al calor de un régimen que impulsaba un proyecto político nacional permeado por las ideas del desarrollo “hacia adentro”. El propósito era formar maestros provenientes de las propias comunidades para que retornaran a sus lugares de origen a enseñar y con ello acabar con el analfabetismo dominante en las zonas rurales. Con el tiempo estos centros educativos se convirtieron en baluartes de las comunidades de las que provenían los estudiantes. Fueron paulatinamente abandonadas y mermados los recursos públicos dirigidos a su sostenimiento –particularmente en el contexto reciente en el que la consigna ha sido la reducción de las funciones del Estado-.
 
El caso particular de la normal de Ayotzinapa es paradigmático porque además de titular maestros y maestras se convirtió en un lugar de formación política del que han surgido líderes comunitarios  involucrados en diversas luchas sociales –no únicamente las relativas al sistema educativo-. Dada la beligerancia de su estudiantado es una escuela que ha estado por muchos años en la mira de los poderes políticos desde el nivel municipal, pasando por el estatal y hasta el federal. Año con año los amenazan con reducir las plazas disponibles e incluso en algún documento oficial se buscó explícitamente eliminarla.

La segunda dimensión está relacionada con el carácter actual del Estado nacional y los usos sistemáticos de la violencia como mecanismo de control social. El desenlace que ha tenido el caso hasta hoy pone de manifiesto la responsabilidad de funcionarios en distintos niveles –tanto por acción como por omisión-: desde el momento en que agentes policiales les detienen, pasando por supuestamente haberlos entregado al grupo criminal –Guerreros Unidos-, querer resolver el caso criminalizando a las víctimas –priorizando como hipótesis de investigación la supuesta colaboración de los estudiantes con un grupo criminal rival-, hasta afirmar su muerte sin confirmación de pruebas.
 
El caso Ayotzinapa le ha mostrado a la sociedad mexicana que no está frente a un gobierno que torpemente libra una “guerra contra el narcotráfico” sino que las organizaciones criminales están mimetizadas con las estructuras gubernamentales –desde los niveles locales hasta el federal incluso-. Los muertos los pone la gente y a los políticos sólo parece interesarles limpiar su imagen. Nada de esto puede ser entendido sin examinar la historia reciente del país, este Estado criminal se ha venido gestando desde hace tiempo.
 
El caso no se ha resuelto. Hasta hoy no se ha dado ni con sus cuerpos –vivos o muertos- ni con los responsables del hecho. Continúan desaparecidos. Aquí es necesario subrayar lo que implica la desaparición forzada a la luz de la historia de América Latina: es fundamentalmente una forma de violencia aleccionadora que busca destruir moralmente y desmovilizar a la sociedad. Aquí se ha cometido un crimen de lesa humanidad y por ello también hay una responsabilidad pública, la sociedad reclama y dice: ¡Fue el Estado!
 
En este sentido quisiera situar la tercera dimensión de la reflexión. Este caso ha incitado una enorme movilización social a nivel nacional –incluso de sectores que tradicionalmente no lo hacen- e internacional. Lamentable es decir, a propósito de la violencia sistemática como forma de control social, que a lo interno del país ésta ha sido reprimida de forma directa –sirviéndose incluso de técnicas de infiltración para justificar la represión-. La lectura que puede dársele a esto es que las y los mexicanos se han cansado ya. Lo acontecido en Ayotzinapa no es nuevo pero fue la gota que derramó el vaso. Muchos se han identificado con las víctimas y han decidido unirse a su causa –en este clima de impunidad a cualquiera pudo haberle ocurrido y sentirlo en la propia piel cambia la forma de ver las cosas-.

Por todas estas razones estamos ante una coyuntura crítica que corre el riesgo de quedarse en el puro descontento o bien podría derivar en una renovada y potente movilización social encaminada hacia el cambio político del país –no será fácil-. Ayotzinapa no es sólo un catalizador de los procesos locales mexicanos. Podría decirnos mucho a otras sociedades de lo que está ocurriendo a lo interno de los contextos nacionales pero también darnos claves para movilizarnos recuperando la perspectiva internacional de nuestros análisis como también de nuestras solidaridades.

Foto: www.semanarioabc.info/2014/10/24