¡NI UNA MUERTE MÁS! ¡VIDA PLENA PARA LAS MUJERES!
Por Ana
Lucía Ramazzini
Afiliada
Guatemala
“Varios jóvenes dan muerte
a una mujer embarazada y sus pequeñas hijas” “Mujeres violadas por un grupo de
hombres” “Agente de la Policía Nacional Civil mantuvo durante el 2012 a una
niña de 11 años en condiciones de esclavitud sexual”…
Los anteriores son
titulares que leemos a diario en los medios de comunicación. Se están volviendo
la “noticia del día”. Lo que esto evidencia son las diversas manifestaciones de
violencia contra las mujeres en el país.
Estas violencias han sido
“un continuum” en la historia de la mayoría de las sociedades, así como en las
diferentes etapas en la vida de las mujeres: infancia, adolescencia, adultez y
ancianidad. Es un fenómeno recurrente,
naturalizado y sistemático que saca a luz la opresión de los hombres y del
sistema contra las mujeres, concibiéndolas como objetos.
En nuestro país, diversos
hechos históricos dan cuenta de la violencia contra las mujeres como una
expresión continua: la invasión española,
los gobiernos liberales, el conflicto armado interno... Por ejemplo:
Durante la invasión
española las mujeres fueron obligadas a tener relaciones sexuales con los
hombres provenientes de la “Madre Patria” así también fueron forzadas a trabajos de servidumbre en
las casas de las nuevas familias.
Durante los gobiernos liberales, a muchas no les quedó más que trabajar
como recolectoras y separadoras de café;
en las fincas, varias fueron retenidas hasta que el esposo pagara las
deudas, o les tocó asumirlas cuando
ellos abandonaban sus obligaciones. A pesar de las grandes reformas en
educación del período liberal, las mujeres en general, y particularmente las
mujeres indígenas, fueron marginadas de ésta; y aquellas que podían tener
acceso eran educadas en “oficios femeninos”. En el conflicto armado, cientos de
mujeres fueron violadas sexualmente en lo individual y también en violaciones
tumultuosas por agentes del Estado, siendo calificadas como “botín de guerra”.
La violencia contra las
mujeres posee diversas manifestaciones, por eso se habla de violencias –en
plural-. Estas expresiones pasan por lo
físico, sexual, psicológico, pero además por lo patrimonial o económico que es
cuando las mujeres no tienen el control de los propios recursos que han ganado
o heredado, sino el esposo o conviviente. Se da la violencia epistémica, que es
cuando no son reconocidas como productoras de conocimiento y se marginan sus
saberes. O, la violencia simbólica, en donde a través de acciones se busca
“poner en su lugar” a las mujeres como colectivo. Todas estas violencias no se dan aisladas,
sino se articulan unas con otras, traspasando clase social, origen étnico
cultural y edad. De allí, que una niña
indígena pobre, pueda ser más violentada.
El resto de los países
latinoamericanos no son ajenos a este recorrido histórico ni a estos hechos
–porque nuestro contexto de sociedad sexista y machista los fortalecen-. El incremento de la saña con la que estas
violencias son llevadas a cabo, contra niñas inclusive, debe plantearnos la
necesidad de revisar nuestras relaciones sociales desde lo más hondo, desde las
raíces. Y sobre todo hacer ver que no es normal la muerte de tantas mujeres, en
nuestras latitudes. Es una violencia enquistada en el corazón de América
Latina.
Pero esta región, también es el CONTINENTE DE LA ESPERANZA, en
donde día a día muchas mujeres –y hombres aliados - buscamos construir
relaciones más equitativas. Afiliadas y
Afiliados Maryknoll es un espacio clave para hacerlo.
El femicidio es aquel
delito que se da en el marco de las relaciones desiguales de poder entre
hombres y mujeres. Sólo en los primeros 18
días del mes de enero, se registraron 33
muertes violentas de mujeres, incluyendo niñas en todo el país. El 98% de estos delitos
quedan en la impunidad.
Referencia: Comunicados de diversas organizaciones frente a muertes violentas de mujeres en Guatemala: Posición Política de Urng y Voces de mujeres (febrero 2013).
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