domingo, 10 de agosto de 2014

Buena Nueva


HOMILÍA DE SISTER CONNIE POSPISIL, MM

Sister Connie Pospisil, originaria de Nueva York , Nueva York. Estudió Enfermería en el Hospital San Vicente de Manhattan y obtuvo su título en 1977 en Pace University. Ingresó a las Hermanas de Maryknoll en 1957, trabajó como misionera en Chile y en Brasil. En 2003 ingresó a la ingresó a la Comunidad Contemplativa de las Hermanas de Maryknoll y desde 2004 es misionera en Lemoa, Quiché, Guatemala.
Es una de las fundadoras del Capítulo de Afiliados Maryknoll en Guatemala.

 

Celebración Litúrgica de clausura,  22 de junio de 2014

Juan 6, 51-58

 

 “Quien come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él/ella”.  Muchas veces escuchamos, que somos lo que comemos.  Tomemos esto en serio.    Al comer el Cuerpo y Sangre de Cristo nos convertimos en las manos, pies, ojos y oídos de Cristo.

Dios está presente en todo aquello que atrae y compromete a los humanos a mejorar el mundo.  Debemos promover la creación si queremos alcanzar lo que Dios propone.  Sin nuestro esfuerzo, Dios no puede hacer “que su Reino venga”.  Las ocupaciones humanas solo pueden ser realizarlas por las personas y no únicamente por Dios.  La actividad humana es necesaria para la construcción del mundo.

Dios no solo necesita del trabajo de los humanos para construir rascacielos y cavar pozos profundos de petróleo.  Él planifica a través de nosotros/as.  Depende de nuestros pensamientos y sentimientos para determinar cómo construir la Tierra.  La voluntad de Dios no es algo que descubramos, es un plan cocreado que se logra al educar nuestras mentes y corazones para discernir cuál es la voluntad de Dios y entonces los pensamientos de Dios, serán los nuestros, los caminos de Dios, serán los nuestros.

No podemos hacer nada sin Dios.  No podemos salvarnos a nosotros mismos, Dios necesita de nuestra acción para lograrlo.  La  falta de voluntad para cooperar con Él es signo de pecado.  Para ser salvados/as debemos amar a Dios y no hacerlo de mala gana.   Este espíritu de colaboración será nuestra salvación. 

Un éxito del Concilio Vaticano II fue transformar la idea de que la iglesia no es la institución jerárquica sino que es el pueblo de Dios, en la que todos los miembros son llamado/a por igual a una vida santa.  Visión eclesial que resalta la consagración del bautismo y la importancia de la vocación laica.

En el concepto patriarcal de la Iglesia Católica muchas personas laicas se consideraban ignoradas, actualmente exigen vivir libremente los dones que Dios les ha dado, dones para el bien común de toda la Comunidad Cristiana.  Cuando tomamos consciencia que dominamos la Palabra, no tan fácilmente nos dejaremos intimidar por cualquier sistema de poder.  Hemos sido llamados/as para ser Ministros de la Palabra.

Actualmente la familia humana no está guiada por un patriarcado personal, carente de mentalidad o rivalidad.  El mundo se está moviendo a una construcción dualista de superior/inferior, ganar/perder, bueno/malo y dominación/sumisión.  Abriéndose paso al mismo tiempo a la equidad, comunión, colaboración, simultaneidad, expansión, abundancia, integralidad, mutualidad, conocimiento intuitivo
Si nuestros cerebros, como la neurociencia sugiere, se apropia de todo aquello en lo que nos enfocamos para que suceda, entonces las imágenes y visiones son determinantes en nuestra vida. Comprometamos nuestra imaginación para dar forma a la visión del futuro. 
 
El testimonio que usted ofrece no es una palabra que deba darse como un secreto en la esquina del corazón en un área silenciosa.  Debe ser una palabra que grita desde con fuerza de su testimonio y vitalidad de su ministerio,  la época en la que vivimos demanda más que una piedad personal.  Es una época de transición, de esperanza, que pide que confiemos en cosas que no vemos, que plantemos semillas que crecerán para dar sombra a la justicia y a la paz de futuras generaciones.  Los tiempos que están por venir demandan imaginación, riesgo y aventura más que paciencia.
 
El corazón de Mother Mary Joseph palpitaba desde una compasión arraigada en la encarnación del amor en nosotros/as y entre nosotros/as.  Su sabiduría aprovechó la oportunidad en cada circunstancia.  ¿Cómo lo vio?  Sencillamente se abrió a su necesidad de comunicarse con amor, su necesidad de vivir la presencia del amor encarnado, que penetra en toda la creación.  Al actuar así, hace el amor de Dios visible – una encarnación que se mantiene viva actualmente.  ¿Podemos compartir con sencillez esta presencia del amor encarnado que se encuentra vivo/a en nosotros/as al unirnos en una comunión de Amor?
 
El movimiento renovador empezó con Vaticano II, el cual enfatizó la necesidad de regresar a los fundamentos del cristianismo, las escrituras y a las primeras prácticas de la Iglesia, orientándose más en nuestra responsabilidad de ser el Cuerpo de Cristo y retomar la tradición de los primeros días, que la Eucaristía es algo que somos y hacemos.  Es una acción que expresa la realidad de lo que somos – personas que nos comprometemos a hacer evidente en el mundo el Espíritu que Jesús hizo evidente en su vida.  Los primeros cristianos estaban comprometidos con el servicio.  La Eucaristía y la vida Cristiana eran elementos inseparables en su vida y lo unían a la preocupación por el pobre.  La eficacia y  compasión de Dios debe encarnarse en nosotros/a y proclamar su presencia a través de la Eucaristía.
 
Así que hoy al recibir la Comunión y responder Amén al escuchar “El Cuerpo de Cristo”, indicaremos que sí somos el Cuerpo de Cristo, es el desafío: vivir genuinamente una espiritualidad cristiana que renovará a toda la creación.  Quienes estamos vivos, somos los ojos, oídos, manos y pies de la Fuerza Creadora.  Así que al final de la liturgia, cuando escuchemos, “vayan en paz”, vayamos y vivamos de tal manera que el Amén sea una realidad.
 
También escuchamos en el Evangelio, Soy el Pan Vivo, seamos  ese revestimiento de pan.  Vayan y hagan una diferencia en el Mundo.  
 

 
 

No hay comentarios:

Publicar un comentario