domingo, 10 de agosto de 2014

Buena Nueva

HOMILÍA SISTER ANN HAYDEN, MM

 
Sister Ann Hayden, originaria de Louisville, Kentucky, ingresó a las Hermanas de Maryknoll en 1968. Estudió Enfermería en la Universidad de St. Louis en Missouri. Prestó servicio en misiones en Corea, Sudán y Nicaragua. También fue Directora de los Servicios de Enfermería en la Residencia de las Hermanas de Maryknoll (2001-2008) y fue electa como parte del Equipo de Liderazgo de las Hermanas de Maryknoll (2008-2014). Sister Ann Hayden disfruta de la música, canta en un coro y escribe poesía. Es la representante de las  Hermanas de Maryknoll y los Afiliados Maryknoll.



 
Celebración Litúrgica de apertura,  20 de junio de 2014
Mateo 5, 1-12
 
“La bendición pone de cabeza el poder” – Ann Hayden, MM.
 “El ideal de los cristianos no se ha puesto a prueba y se considera deficiente; se le califica difícil sin ponerse a prueba”.  G.K. Chesterton.
 
En el evangelio del día de hoy, Jesús llevó a sus discípulos a la montaña y se sentó con ellos para enseñarles acerca de una forma de vida.  Él siempre enseña con poder y autoridad y en el evangelio de hoy, toma estos dos conceptos y los presenta de cabeza, opuestos a la época que vive, los relaciona y arraiga profundamente con el amor a Dios, a las personas y a nosotros mismos.  En cada época esta es siempre una nueva enseñanza (hay siempre una “nueva” enseñanza) y una práctica que es difícil llevarla a cabo porque nos acosan sentimientos de debilidad e incompetencia los cuales llegan a manipularnos y a frustrarnos.  Tomemos en serio que hemos sido creados para esta época y lo que hoy nos dice el evangelio es una enseñanza que debemos practicar para que compartamos realmente la vitalidad por la vida. 
Al enseñar las bienaventuranzas, Jesús nos confronta ante diversas elecciones: el tipo de persona que deseamos ser; el tipo de vida que aspiramos y los valores que damos a conocer a través de las acciones que asumimos por amor a Dios y al prójimo.  Jesús nos llama a que convirtamos nuestros corazones; que aceptemos nuestra debilidad;  que encarnemos un amor que bendiga a los mansos y pobres; a los desconsolados que son perseguidos; a quienes tienen hambre y sed de justicia; a quienes tienen compasión de corazón y son constructores de paz para que sean reconfortados y alimentados; que al mostrar misericordia, heredarán el Reino y serán llamados hijos de Dios y verán a Dios cara a cara en el prójimo.  Lo que nos asombra y atemoriza es que Jesús nos envía a bendecir y a sanar; a alimentar y a consolar, aunque protestemos ante esta confusión, debemos tener la certeza que conocemos el camino, la verdad y la luz del poder del Espíritu entre nosotros si nos unimos comunitariamente.
 
Con el bautismo recibimos el regalo de pertenecer a una comunidad de fe la de ser enviados para que practiquemos la esperanza desde el amor, más allá de esta comunidad.  Como respuesta a nuestro bautismo, escogemos libremente y dedicamos nuestra vida y esfuerzo en diversas ministerios/ esfuerzos (comunidades) como discípulos/as desde del carisma misionero Maryknoll para buscar el Reino de Dios; dar a conocer a los pobres de la tierra las bendiciones de Dios; iluminar los enlaces y relaciones que compartimos con “el otro”, los cuales pueden conducirnos a ser constructores de paz, a vivir un acompañamiento por el bien común y a hablar de forma profética ante los desafíos de la justicia y el regocijo, ante el “poder y la autoridad” de nuestro tiempo por el principio de la Creación.  Dedicamos nuestra vida a practicar el amor que se fundamenta en la paz de Dios, quien ya nos ha bendecido desde su inmenso amor.
Sí, hemos experimentado ese amor y esa paz de Dios en nuestras vidas y también hemos experimentado la confusión, la duda que nos lleva a desconfiar.   El día de hoy la Carta de Pablo a los filipenses nos llama a recuperarnos desde la experiencia vivida por los regalos y penas así como de los éxitos y fracasos.   Pablo habla sin reservas desde su experiencia de recuperación la cual lo sostuvo en sus viajes de discípulo misionero y nos dice: “¡Alégrense siempre en Dios; otra vez les digo, Alégrense!”  Pidan lo que necesiten con una actitud de agradecimiento.  Practiquen las cosas que han aprendido y la buena paz de Dios estará con ustedes”.

 
El evangelio del día de hoy y el mensaje de Pablo se centran en lo que debemos hacer; lo que debemos practicar, pero el canto de alabanza de María cuando encontró a Elizabeth,  enseña cómo caminar en el “CAMINO” del día a día.  Cuando encontramos a María por primera vez en los evangelios, se dirige y bendice a quienes tienen un corazón limpio, a quienes ven a Dios y el amor en su interior. Ella ante la incertidumbre le dice sí al regalo de la vida que Dios le da, responde con todo su ser a un Sí total.   El discipulado de María empieza cuando se apresura a visitar a Elizabeth, reconociendo en su prima el amor y la acción de Dios.  Esa visita es para mí, pionera  en el ministerio de Jesús.  Puede parecer un pequeño acto, pero visitar – reconocer, estar con, bendecir, al “otro” en su pena, exclusión, necesidad o alegría es crear nuevas alianzas en la vida y construir comunidad unos con otros.  María y Elizabeth nos enseñan el camino con gestos sencillos al entrar en la experiencia de la vida de la otra persona; saludándose con ternura entre sí, con compasión en vez de juzgarse, compartiendo palabras que bendicen y no de culpa.  Al unirse expresan a Dios su esperanza por la vida que les ha prometido y que crece en cada una de ellas.    Desde esa comunión, el canto de María es una manifestación que proclama el amor de Dios derramado en una poderosa bendición de alegría, misericordia, paz y plenitud de vida.
 
El canto de María es poderoso porque nos lleva a la generosidad, a la integridad y santidad de su SÏ como el “poder” al que debemos aspirar.  Nos pone en contacto con nuestro “Sí” al ser llamados a la conversión del corazón que está seco desde una visión distorsionada de humildad y poder en vez de ser un espacio para recibir el regalo de las bienaventuranzas que nos transforman y nos llevan a florecer en armonía y compasión dentro de una nueva y extensa práctica comunitaria. 


SALUDÉMONOS DICIENDO NAMASTE – Hindú, “Veo a Dios en ti”.

Al ir pasando para celebrar la comunión que compartiremos, ofrezcamos a nuestra vecina/o en un saludo sencillo para reconocer el amor y la luz que vemos en cada una/o  y en nuestros corazones renovemos el SÍ para que nuestro amor se dé a otros y la luz brille una y otra vez como una bendición de justicia y paz para toda la creación.


End with a Chorus of This Little Light of Mine x 2


This little light of mine, I'm gonna let it shine.
This little light of mine, I'm gonna let it shine.
This little light of mine, I’m gonna let it, let it shine.
Let it shine, let it shine, let it shine.

No hay comentarios:

Publicar un comentario