LA EDUCACIÓN DE LA NIÑEZ Y SU DERECHO A SER
ESCUCHADOS
Por Alberto Bailetti
Afiliado Maryknoll
Lima, Perú
Capítulo Sembradores de Amor
Pepito es un
niño de 10 años que vive en Pamplona Alta un barrio pobre principalmente de
migrantes andinos, al sur de la ciudad de Lima. Su realidad es la de muchos, un
hogar sin padre y con una madre que debe trabajar, hermanitos menores que
atender, que anda por calles peligrosas
en una urbe desordenada y de alta criminalidad, con basura mal oliente que el
municipio no recoge, que los propios pobladores tiran en cualquier sitio y
expuesto a graves enfermedades como la tuberculosis. Asiste a un colegio estatal
de la comunidad con infraestructura precaria y serias limitaciones
educativas.
¿En qué consiste
el derecho a ser escuchado para Pepito?
Nunca nadie se lo preguntó. La tendencia en los adultos es a no escuchar
a los/las niños/as. Pepito sólo podrá participar como ciudadano cuando llegue a la mayoría de edad. Entre
tanto no tiene ni voz ni voto. La pregunta que nos viene a todos es para qué
necesitamos su opinión y participación si es solo un niño.
Desde hace un
tiempo muchos han intuido la importancia de oír las voces de los/las niños/as y
que participen en transformar el mundo desfavorable que los afecta. El artículo
12 numeral 1 de la Convención de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas
aprobada en 1989 establece:
“Los
Estados Partes garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un
juicio propio el derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos
que afectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del niño en
función de la edad y madurez del niño”.
Desde
mediados del siglo XX el Movimiento Maryknoll fue pionero en las comunidades
donde fundaron parroquias. Fui testigo de niño de cómo se nos daba libertad
para expresar nuestras emociones y discutir los problemas. Incluso la lectura
del Evangelio tenía este fin, pues a continuación conversábamos sobre los
asuntos que nos concernían relacionados al tema. El deporte tenía prioridad,
allí aprendíamos a esforzarnos así como a ganar y perder. Los pilares de esta
política eran de un lado que al niño/a se le valoraba, se le hacía sentir
importante así como a su familia, su comunidad y su idioma materno. Al niño/a
se le empoderaba y se sentía bien.
Cualquiera que lea estas líneas y haya crecido en relación con una
parroquia Maryknoll como catequista o estudiante recordará muchas anécdotas
sobre esto. Caricaturizando un poco,
podríamos decir que la metodología Maryknoll con los/las niños/niñas era
lanzarlos a la piscina para que aprendieran
a nadar solos. Hablando en serio, a veces se llegaba incluso a estos extremos
fruto de la confianza y delegación de responsabilidades de los religiosos o
laicos Maryknollers en los niños/niñas.
Creo que para
que la educación y el derecho de la niñez a ser escuchada convivan
armoniosamente de la mano, es indispensable contar con la participación de los
niños/niñas. Deben expresar sus problemas y soluciones con libertad, sin ser
manipulados ni utilizados por los adultos. Esto no es fácil, en primer lugar
tenemos que convencernos de ello los adultos.
Nuestra
experiencia en el trabajo en poblaciones pobres de la ciudad de Lima nos
muestra que esta participación de los niños puede ser un medio importante para
la solución de problemas graves de la comunidad. Por ejemplo, los niños pueden
ser excelentes promotores de la salud.
La buena noticia es que contamos ahora con metodologías desarrolladas a
través de décadas por instituciones como Child-to-Child que fue la precursora.
Hace poco tuve la oportunidad de participar en algunos de sus talleres,
dirigidos por Celine Woznica directora de la organización para las Américas.
Ella y su esposo, ambos profesionales de la salud, fueron Misioneros laicos de
Maryknoll durante 11 años en Centroamérica y ahora pertenecen a la comunidad de
Afiliados de Chicago.
Uno de los
talleres se focalizó en el tema de la salud en Pamplona Alta, donde vive
Pepito. En él participaron los principales dirigentes de la comunidad, el
párroco y jóvenes catequistas. El taller se realizó para reflexionar en
comunidad acerca de la participación de los
niños/niñas, el ser consultados en los
asuntos que les atañen, pidiendo su colaboración y en algunos casos confiando
en sus iniciativas delegándoles total responsabilidad en la dirección. El lema
de Child-to-Child es muy ilustrativo: Cuando
los/las niños/niñas trabajan juntos/as
pueden cambiar su mundo. Dicho en otras palabras, con la educación
participativa podríamos caminar mejor en hacer vida el derecho de la niñez a
ser escuchada.
Pepito, es un rostro con una historia común
a muchos niños/ niñas en Pamplona Alta, Perú.
No hay comentarios:
Publicar un comentario